El junco de la ribera
y el doble junco del agua,
en el país de un estanque,
donde el día se mojaba.
El junco de la rivera
y el doble junco del agua,
donde volaban, inversas,
palomas de inversas alas.
El estanque era un océano,
para mi barco pirata:
mi barco que por las tardes,
en un lucero se anclaba.
Mi barco de niño pobre,
que me trajeron por pascua
y que hoy surca este romance,
con velas anaranjadas.
Al río del pueblo, un día,
llevé mi barco pirata,
lo dejé anclado en la orilla,
para hacerle una ensenada.
Más lo llamó la corriente,
con su telégrafo de aguas
y huyó pintando la tarde,
de letras anaranjadas.
Dos lágrimas me trisaron,
las mejillas desoladas,
en la cubierta del barco,
se fue llorando, mi infancia.
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